Traducción:
María García
Woody
Allen
(Del
libro Cómo acabar de una vez por todas con la cultura)
La conversación volvió a Freud, quien parece
dominar todos los pensamientos de Helmholtz, aunque los dos hombres se
detestaran mutuamente después de una grave discusión sobre el perejil.
-Recuerdo un caso de Freud. Edma S., parálisis
histérica de la nariz. Incapaz de imitar a un conejo cuando sus amigos se lo
pedían, esto le causaba una gran ansiedad cuando estaba con sus amigos que, a
menudo, tenían un comportamiento cruel: “Vamos, Liebchen, enseñanos lo bien que
imitás a un conejo”. Acto seguido movían las aletas de su nariz con toda
libertad y se divertían a costa de ella.
“Freud la llevó a su consultorio para una
serie de sesiones de análisis, pero algo funcionó mal, porque en vez de atraer
su atención sobre él, Freud, atrajo su atención sobre el perchero, un inmenso
mueble de madera al otro lado de la habitación. Freud se sintió presa del
pánico, porque en aquel tiempo al psicoanálisis se le miraba aún con cierto
escepticismo; el día en que la chica se fue de crucero en compañía del
perchero, Freud juró que jamás volvería a practicar su profesión. La verdad es
que, durante un tiempo, consideró seriamente la idea de hacerse acróbata de
circo hasta que Ferenczi lo convenció de que jamás aprendería a hacer el triple
salto mortal con soltura.
Me di cuenta de que a Helmholtz le había
entrado sueño porque se había deslizado de la silla y estaba en el suelo debajo
de la mesa, completamente dormido. Sin querer aprovecharme de su generosidad,
me fui de puntitas.
5 de abril
Al llegar, encontré a Helmholtz practicando
con su violín. (Es un maravilloso violinista aficionado, aunque no puede leer
un pentagrama y sólo puede tocar una nota.) Una vez más, Helmholtz evocó
algunos problemas de los comienzos del psicoanálisis.
-Todo el mundo quería quedar bien con Freud.
Rank sentía celos de Jones, Jones envidiaba a Brill. Brill se sentía tan
molesto por la presencia d Adler que le escondió el sombrero color ratón. En
cierta ocasión, Freud tenía unos caramelos de miel en el bolsillo y ofreció
algunos a Jung. Rank se enfureció. Se me quejó de que Freud favorecía a Jung.
Especialmente en la distribución de los caramelos. Yo lo ignoré, porque no
sentía especial simpatía por Rank ya que hacía poco tiempo se había referido a
mi monografía, De la euforia en los gasterópodos , como “el cenit del
razonamiento mongoloide”.
“Años más tarde, Rank mencionó el incidente
mientras paseábamos en coche por los Alpes. Le recordé la idiotez de su
comportamiento en aquel tiempo y él admitió que había actuado bajo el efecto de
una gran presión debido a que su nombre, Otto, se escribía del mismo modo para
adelante que para atrás.
Helmholtz me invitó a cenar. Nos sentamos a la
gran mesa de roble que, según él, había sido regalo de Greta Garbo, aunque ella
niega haber conocido ni a la mesa ni a Helmholtz. Una típica cena de Helmholtz
consistía en una pasa de uva grande, generosas porciones de grasa de cerdo y
una lata individual de salmón. Después de la cena, sirvieron hierbabuena, y
Helmholtz sacó su colección de mariposas lacadas que le provocaron cierto
nerviosismo cuando se negaron a volar.
Más tarde, en la sala, Helmholtz y yo nos
relajamos fumando puros. (Helmholtz olvidó encender su puro, pero aspiraba con
tanta fuerza que el puro disminuyó igual.) Conversamos sobre algunos de los
casos más celebrados del Maestro.
-Tuve a un tal Joachim B. Un hombre de unos
cuarenta años que no podía entrar en una habitación donde hubiera un
violonchelo. Lo más grave era que, una vez en el interior de una habitación con
el violonchelo, no podía retirarse a menos que se lo pidiera un Rothschild.
Además, Joachim B. tartamudeaba. Pero no cuando hablaba. Sólo cuando escribía.
Si por ejemplo escribía la palabra “por”, en la carta aparecía “p-p-p-p-por”.
Se le hacían muchas bromas con respecto a este defecto, y una vez intentó
suicidarse por asfixia con una crêpe . Lo curé con hipnosis y le fue posible
llevar una vida normal, saludable, aunque años más tarde, le entraron ciertas
fantasías: por ejemplo, la de encontrarse con un caballo que le aconsejaba
estudiar arquitectura.
Helmholtz habló del famoso violador V., quien,
en cierta época, aterrorizó a todo Londres:
-Un caso muy extraño de perversión. Tenía
regularmente una visión sexual en la que era humillado por un grupo de
antropólogos que lo obligaban a caminar con las piernas arqueadas, lo que,
según confesión, le producía un intenso placer sexual. Recordaba que, cuando
niño, había sorprendido al ama de llaves de sus padres, una mujer de dudosa
moral, besando un ramo de berros, lo cual le pareció erótico. Cuando era
adolescente, fue castigado por haberle barnizado la cabeza a su hermano, aunque
su padre, pintor de oficio, se enojó aún más por el hecho de que no le hubiera
pasado una segunda mano.
“V. atacó a su primera mujer cuando tenía
dieciocho años y, a continuación, violó a media docena a la semana durante
años. Lo más que pude hacer por él fue sustituir sus tendencias agresivas por
un hábito; a partir de entonces, cuando encontraba por casualidad a una mujer
desprevenida, en vez de atacarla, sacaba de su abrigo un inmenso pez y se lo
mostraba. Si bien esta visión causaba en algunas cierta consternación, las
mujeres no eran objeto de ninguna violencia y algunas confesaron que sus vidas
habían sido inmensamente enriquecidas por la experiencia.
12 de abril
Hoy, Helmholtz no se encontraba muy bien. El
día anterior se había perdido en un prado y había resbalado sobre unas peras
maduras. Debía guardar cama, pero se incorporó cuando entré y hasta se rió
cuando le conté que tenía un grano mal colocado.
Discutimos sobre su teoría de la psicología
invertida, algo que se le ocurrió poco tiempo después del fallecimiento de
Freud. (El fallecimiento de Freud, según Ernest Jones, fue el incidente que
causó la ruptura definitiva entre Helmholtz y Freud; prueba de ello es que en
muy contadas ocasiones volvieron a dirigirse la palabra.)
En esa época, Helmholtz había llevado a cabo
un experimento que consistía en agitar una campanilla y, en el acto, un equipo
de ratones blancos escoltaba a la señora Helmholtz hasta la puerta y la
acompañaba hasta la vereda. Realizó varios experimentos sobre el
comportamiento, y sólo los abandonó cuando un perro, entrenado para salivar en
cuanto recibía una señal, se negó a dejarlo entrar en su casa. A Helmholtz se
le debe también la ya clásica monografía sobre la Risa histérica del caribú .
-Así es, fundé la Escuela de Psicología
Invertida. De forma bastante casual, en realidad. Mi mujer y yo estábamos
cómodamente en la cama cuando, de improviso, sentí deseos de beber agua.
Demasiado perezoso para levantarme, pedí a la señora Helmholtz que me la
trajera. Se negó aduciendo que estaba exhausta por haber recogido garbanzos.
Discutimos acerca de quién tenía que ir a buscar el agua. Finalmente dije: “En
realidad, no quiero un vaso de agua. En realidad, un vaso de agua es lo último
que quiero en este mundo”. De inmediato, mi mujer se levantó de un salto y
dijo: “Ah, ¿con que no querés agua? ¡Qué lástima!”. Rápidamente abandonó el
dormitorio y me trajo un vaso lleno. Traté de comentar el incidente con Freud
en el picnic anual de analistas en Berlín, pero él y Jung formaban equipo en la
carrera de sacos y estaba demasiado absorto por las festividades para poder
escucharme.
“Pocos años más tarde, encontré la manera de
utilizar este principio en el tratamiento de la depresión y pude curar al gran
cantante de ópera J. de su morboso terror a terminar sus días metido en una
cesta.
18 de abril
Llegué y encontré a Helmholtz podando unos
arbustos. Habló mucho de la belleza de las flores, a las que ama porque “no se
pasan la vida pidiendo dinero prestado”.
Hablamos sobre el psicoanálisis contemporáneo,
al que Helmholtz considera un mito mantenido con vida por la industria del
sofá.
-¡Estos analistas modernos! ¡Cobran fortunas!
En mis tiempos, por cinco marcos, te trataba y te planchaba incluso los
pantalones. Por quince marcos, Freud permitía que vos lo trataras a él y eso
incluía una invitación a comer. ¡Treinta dólares la hora! ¡Cincuenta dólares la
hora! ¡El kaiser no ganaba más que doce veinticinco, y porque era el kaiser! ¡Y
no tenía que ir a trabajar a pie! ¡Y con lo que dura un tratamiento! ¡Dos años!
¡Cinco años! Si uno de nosotros no podía curar a un paciente en seis meses, le
devolvíamos el dinero, lo llevábamos a ver una revista musical y le regalábamos
un plato de caoba para frutas o un juego de cuchillos de acero inoxidable.
Recuerdo que siempre se podía saber con qué pacientes había fracasado Jung
porque les regalaba grandes osos de peluche.
Caminamos por el sendero del jardín, y
Helmholtz se puso a hablar sobre otros temas de interés. Era un verdadero
torrente de visiones y me las arreglé para anotar algunas.
Sobre la condición humana:“Si el hombre fuera
inmortal, ¿te das cuenta lo que sería su cuenta en la carnicería?”.
Sobre la religión:“No creo en la vida
ultraterrena, aunque por las dudas me llevaré una muda de ropa interior”.
Sobre la literatura:“Toda la literatura es una
nota a pie de página del Fausto . No tengo ni idea de lo que quiero decir con
esto”.
Estoy convencido de que Helmholtz es un gran
hombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario